Tipea lo que deseas buscar y luego pulsa Enter:

Vuela el Pez: educar con libertad

Por: EDUCREAR  |  Viernes 26 de Septiembre de 2025

Un proyecto educativo autogestivo social en la Provincia de Río Negro que respeta las infancias, fomenta la solidaridad y construye comunidad en torno a la educación.
 



Vuela el Pez, una pedagogía para habitar el mundo con amor, respeto y libertad nació hace diez años, dos maestras y madres decidieron desafiar los moldes de la educación tradicional y apostar por un espacio diferente. Vuela el Pez, una propuesta pedagógica en Río Negro que se define como “una filosofía para habitar el mundo” y que, con autogestión, creatividad y compromiso colectivo, se ha convertido en una alternativa real para las infancias de la región.

El proyecto comenzó cuando Laura Viz y Natalia Di Giacomo, docentes de escuela primaria, notaron que el modelo educativo donde trabajaban no contemplaba las necesidades profundas de las infancias: la curiosidad, los ritmos propios y la diversidad. Inspiradas por el documental La Educación Prohibida y convencidas de que “otra manera de educar era posible”, decidieron dar forma a un espacio que priorizara lo humano por encima de lo burocrático.



El primer paso fue constituir una asociación civil, con el objetivo de dar un marco legal y garantizar que el espacio fuera siempre sin fines de lucro. “La educación es un derecho inalienable”, remarcan sus creadoras, y esa fue la brújula que guió cada decisión, desde alquilar una primera casa endeudándose hasta construir una comunidad de familias dispuestas a sostener la propuesta.

Autogestión y comunidad: pilares del proyecto

Durante seis años, las guías trabajaron sin cobrar un salario, convencidas de que lo importante era consolidar la experiencia. Hoy son cinco acompañantes: Andrea Ferreyra, Flavia Montecino, Pía Baldi, Laura Viz y Natalia Di Giacomo. Además de guiar aprendizajes, cumplen múltiples funciones: limpieza, gestión, dirección, organización de eventos y hasta producción gastronómica para recaudar fondos.

El modelo de financiamiento es solidario: las cuotas se distribuyen entre las familias según posibilidades y se completan con actividades comunitarias. Empanadas, rifas, ferias y peñas forman parte del calendario mensual, porque “lo colectivo es el camino” y la autogestión es un aprendizaje en sí mismo.

Este esfuerzo cotidiano ha permitido sostener un espacio que actualmente acompaña a unos 40 niños y niñas, organizados en grupos de edades múltiples, los llamados “trienios”, que fomentan la empatía, la cooperación y la enseñanza entre pares.



Una pedagogía en construcción permanente

Lejos de encasillarse en una única corriente pedagógica, Vuela el Pez se nutre de diversas tradiciones. La influencia Montessori es evidente, pero resignificada para una niñez atravesada por la tecnología, la inteligencia artificial y los nuevos aportes de las neurociencias.

El rol de las guías no es transmitir contenidos de manera unidireccional, sino preparar ambientes, observar, acompañar y complejizar las preguntas y curiosidades de cada niño. La currícula oficial está presente, pero integrada en materiales concretos y en proyectos que emergen del interés genuino de los estudiantes.

Filosofía, neurociencia, educación emocional, educación ambiental y Educación Sexual Integral se entrelazan en un día a día donde aprender no es una obligación, sino un proceso vital. “No somos una escuela alternativa —aclaran las fundadoras—, somos un espacio diferente que entiende que aprender es algo intrínseco al ser humano”.



Uno de los rasgos más distintivos de Vuela el Pez es su profunda conexión con el entorno natural. Situado frente al mar y en tierras ancestrales mapuches, el espacio entiende que habitar un territorio implica respetarlo, defenderlo y aprender de él.

Los viernes son jornadas de “salida a la naturaleza”, en las que los niños investigan, observan y se relacionan con el ambiente. Este enfoque integra la cosmovisión mapuche sobre la cohabitación con la naturaleza, donde los bienes naturales son para cuidar, devolver y proteger.

La educación ambiental no es una materia aislada, sino una forma de vida que atraviesa todo lo que se hace en Vuela el Pez. Plantar árboles, reconocer especies autóctonas o reflexionar sobre el impacto del extractivismo son experiencias cotidianas que forman parte de la formación ciudadana.

Hace tres años, el Estado reconoció oficialmente a Vuela el Pez dentro de la categoría de educación privada. Aunque este aval trajo seguridad a las familias, no implicó apoyo económico. “Resolvemos un problema al ministerio, porque muchas infancias expulsadas del sistema convencional encuentran en Vuela un espacio de contención y aprendizaje, pero aún no recibimos subsidios”, sostienen las guías.

La crisis económica nacional también golpea a la autogestión. Aun así, la comunidad avanza: recientemente, la municipalidad les otorgó un terreno donde proyectan construir la primera escuela sustentable de la provincia, diseñada con criterios ecológicos y de autogestión. Ese sueño permitirá ampliar la matrícula y dar respuesta a más familias que buscan una educación respetuosa y afectuosa para sus hijos.



Impacto en las infancias y las familias

Los testimonios son contundentes: “Mi hijo volvió a reír”, cuentan emocionadas algunas familias que llegaron a Vuela el Pez después de experiencias traumáticas en la escuela convencional. Niños que habían perdido la confianza o la alegría de aprender recuperan aquí su curiosidad, su autonomía y su capacidad de disfrutar del proceso.

El efecto no se limita a los más pequeños: las familias también atraviesan un proceso de deconstrucción y aprendizaje colectivo. La propuesta demanda involucrarse, participar en asambleas y repensar hábitos. Desde el corazón y con un horizonte tan claro como natural nos afirman: “Acompañamos infancias felices que meditan, que se detienen a mirar su entorno, que construyen pensamiento crítico y que aprenden a convivir con la diversidad”.

A una década de su nacimiento, Vuela el Pez se proyecta hacia adelante con un horizonte claro: consolidar su espacio propio, multiplicar su matrícula y, sobre todo, inspirar a otras comunidades educativas. “Imaginamos que el resto de la docencia se acerque para replicar este modelo dentro de otras escuelas”, expresan con entusiasmo.

Más allá de las dificultades materiales, la convicción se mantiene intacta: una educación basada en el amor, la confianza y el respeto por las infancias es posible. Y ese es, quizás, el mayor legado de Vuela el Pez: demostrar que cuando se construye colectivamente, la escuela puede volver a ser el mejor lugar del mundo.
 

Otras notas de esta sección

Formulario de contacto:

(*) Campos requeridos

Iniciar sesión:



Crear cuenta

Crear cuenta:

(*) Campos requeridos

Ir arriba