Muchas veces un juego puede convertirse en un instrumento pedagógico interesante en la medida que apoye la labor docente. El ajedrez no se vale de azar, sino que pone en funcionamiento la posibilidad de imaginar estrategias y colocarlas en tensión con las del rival. Esta particularidad -muy valiosa- promueve procesos reflexivos en el aula.

El arraigo cultural de la disciplina permite que los estudiantes ejerciten su capacidad de analizar racionalmente, de aprender a pensar desde otro lugar y puedan asumir bondades y defectos de cada jugada. Al mismo tiempo, se promueve y fomenta la socialización e integración de los estudiantes mediante una actividad que se enmarca en el arte, la ciencia, el juego y el deporte.

El ajedrez tiene plasticidad para adaptarse a la particularidad de cada institución escolar. Favorece la transversalidad en los diversos niveles y áreas del sistema educativo, por lo que es posible que sea practicado por todas las edades, entendiendo las particularidades de cada etapa evolutiva de los niños y niñas.

Lucas Cardozo vive en San Vicente y aprendió a jugar al ajedrez cuando tenía alrededor de 10 años con su “papá del corazón”, que era un jugador aficionado “bastante fuerte”. La primera introducción en esta disciplina fue motivo para ir por más y estudiar sobre el ajedrez. 



“Fui a la biblioteca, de la que me hice socio para saber si tenían libros de la temática. Así fue como empecé. Luego me anoté en los Juegos Bonaerenses, donde conocí a Marcelo Re, que es mi mentor”, destaca Cardozo.

Su pasión lo llevó a perfeccionarse constantemente, hasta que un día tuvo la posibilidad de compartir sus conocimientos con otros estudiantes. “Entre risas y risas empecé como profesor adjunto en colegios de San Vicente y en los Talleres Municipales”. Su pasión lo llevó a presentar un proyecto para incorporar la disciplina al Instituto San José y luego se sumó al Instituto Educativo del Sur, dónde sigue dando clases.

“La diferencia entre el ajedrez deportivo y escolar son sus objetivos: mientras que en uno hay un entrenamiento y competición, el otro sirve como una herramienta pedagógica dónde se prioriza que el pensamiento crítico los ayude y puedan utilizarlo en otros momentos”, destaca.

El ajedrez es un juego muy especial. Su misterio radica en la ductilidad y su longevidad, ya que sigue mostrándose indomable. En su intento por dominarlo se han desarrollado grandes operaciones intelectivas, personales y colectivas.



Durante la cuarentena, tuvo un pico de crecimiento debido a los torneos online y el impacto de la serie Gambito de Dama. También, las redes sociales son una herramienta importante para continuar expandiendo el deporte mediante plataformas como Twitch, dónde jugadores profesionales transmiten en vivo.

Un año antes Lucas ya estaba compartiendo conocimientos, memes y peculiaridades del ajedrez en Instagram. “Ajedrez con Cardón” es su alias en redes sociales donde difunde contenido de la disciplina a más de 11 mil personas. Lucas entiende que “es necesario” aplicar el humor porque le permite “llegar a más personas”.

El ajedrez desarrolla la idea de cooperación, armonía y ponderación de habilidades. Además, favorece el pensamiento lógico formal, forma el espíritu de investigación e inventiva junto al desarrollo de la observación y el análisis. Los estudiantes se educan para el ocio a través de una actividad creativa que integra al grupo social, ejercita cualidades para superar problemas y favorece las normas de cortesía que impone la práctica del juego.

Este deporte es una herramienta pedagógica fundamental porque responde adecuadamente a los objetivos generales que se consignan en los diseños curriculares y se enseña jugando, brindando grandes beneficios a la hora de pensar. “El ajedrez es una actividad de la que los estudiantes salen contentos”, concluye Lucas.